Algo sobre mí

Ángel Ñacle García

El hombre y las estrellas siempre vivieron juntos

De su último libro “Paseos por Hellín” -en el otoño de 2023- se extraen algunos textos del Prólogo y del Epílogo, espacios que utiliza para hablar de sí mismo, en la creencia de que al lector le interesa también conocer algunos datos del autor.

Paseos por Hellín
Vol. I
Paseos por Hellín
Vol. II

“Tanto escribir como leer un libro, supone un acto cultural en el que podemos aprender a mirar y a mirarnos, un ejercicio introspectivo que nos permite analizar lo que vemos y leemos, aquello que tenemos delante -de los ojos o de la mente- y decidir de manera individual lo que quisiéramos cambiar y lo que se debe dejar, por supuesto de manera sosegada y a título personal”.

“Solo la cultura permite distinguir algo tan trascendente para nuestra vida. Las personas sin conocimiento de su pasado, su origen y su cultura son como un árbol sin raíces, sin memoria y sin ese hilo sentimental que te une a la tierra y te da la fuerza -como al gigante Anteo- heredada de generaciones y generaciones. Un estímulo y un soporte siempre necesario porque, tarde o temprano, todo termina convirtiéndose en ruinas y sólo permanece la cultura que la sociedad y uno mismo haya heredado y/o creado. Es identidad y legado. Y también es alma y espíritu”.

“… me considero, por este orden, profesor, montañero y naturalista; también la etnología forma parte de mi carácter y está muy presente en mi obra. De profesor ya me jubilé, cerré la puerta de una habitación en la que fui huésped durante cuarenta años, huésped agradecido, eso sí, porque siempre me gustó, incluso disfruté a ratos, pero, al salir y cerrar ya estás en otro espacio distinto, la puerta no es giratoria para casi nadie. De montañero, en cambio, es algo de lo que uno no se jubila, si acaso la artrosis pone unas normas que te hacen ir bajando escalones, pero, septuagenario ya, aún me puedo permitir seguir triscando cerros y recorrer, paso a paso, los lugares que tanto amo y aún otros nuevos. Naturalista (que no ecologista obligatoriamente) lo soy por vocación, desde joven, “por uso y disfrute de la naturaleza” al ser éste el medio que necesité para desarrollar las actividades montañeras y senderistas. Etnólogo también porque al andar por tantos lugares y tomar contacto con tan diversos medios y personas es imposible no contagiarse de las costumbres y usos locales. Una amalgama de facetas tan distintas como complementarias que llevo en la mochila, y que tiene su recompensa, al permitirme no sólo la difusión de lo albacetense sino el cultivar las relaciones de amistad que ello conlleva, llenando los años de vida, preferible a “llenar la vida de años”, cosa de lo que el tiempo ya se encarga”.

“Con veinte y pocos años, me dio la vena reivindicativa de lo albaceteño y decidí conocer, estudiar y divulgar lugares y cosas de nuestra provincia, es decir, asumí una labor de “promocionar” a los cuatro vientos la tierra que me vio nacer, que es una tierra como cualquier otra, pero con pocos padrinos, entendiendo que, no solo los pueblos y sus gentes son patrimonio, sino también el paisaje que los arropa, constituyendo ambos el núcleo polarizador sobre el que gira la vida, su propia razón de ser: la naturaleza como continente y las gentes que viven en ella como contenido, inmersos los individuos en una dualidad de la que no siempre se es consciente; hoy más interesados en un porvenir seguro, mirando al futuro, allende donde esté, que en los anclajes de las propias raíces. Vayamos donde vayamos, estemos donde estemos, defender y amar la tierra son dos mandamientos que harán a hombres y mujeres más libres”.

“Hemos de valorar el patrimonio, pero partiendo de una educación del ciudadano que le lleve, primero, a conocer lo que tiene, después a rescatar y conservar lo que sea posible y, finalmente, a difundirlo a través del mayor número posible de medios, incluso, en última instancia, denunciando a la opinión pública su expolio o abandono”.

“Como metodología activa para conocer cosas y gentes, lugares, y paisajes, se ha de utilizar el viaje, y el modo más filosófico y placentero de viajar es andar. Yo he andado cada uno de los lugares que el lector tiene delante, no sólo para vivir sino para “sentir que vivo”.

“Esta actividad literaria, que considero prolífica, me ha permitido vivir una vida paralela a la cotidiana, ha llenado sábados excursionistas con vivencias que motivan al magín para, luego, entre semana, volcar lo aprendido y visto en algunas cuartillas que, al final, se convertían en libros. Así, he recorrido la provincia varias veces, muchas veces, siempre andando, pateando sendas, trochas, caminos…con mi mochila a cuestas, superando los 20.000 km con ”botas de siete leguas”, descubriendo los cuatro puntos cardinales de la tierra donde nací, una tierra desfavorecida, proclive a la emigración, de mal clima y escasa monumentalidad, pero, un solar, sí, al que quiero con todas mis fuerzas y al que -en justa contrapartida- he legado cuarenta libros que, al contrario de los “40 ladrones”, tratan de devolver aquello que me ha dado; dicho de otro modo: publicar para divulgar, dar a conocer el patrimonio provincial, sistematizando lo aprendido por esos caminos y publicitarlo a los cuatro vientos para que se sepa que en esta tierra asimilada a la aridez de páramos y llanuras “pianura e siempre pianura”, que dijo la condesa de Pardo Bazán, también hay ríos caudalosos, bosques milenarios, valles feraces y una sierra encrespada que quita el hipo, una sierra quebrada y verde que ocupa una quinta parte de la provincia, perteneciente al Prebético, y, como tal, hermana de las sierras de Cazorla y Sierra Nevada; es la serranía conformada por los macizos de Segura y Alcaraz, dulce de olores, vertiginosamente verde, parda, misteriosa, enclaustrada…y, por ello, guardadora fiel de un legado ancestral”.

“Y, en esta especie de confesión que tenemos el lector y yo, al menos así quiero entenderlo, diré algo de mí porque, creo, que es difícil presentar una obra sin hablar de uno mismo ya que, al fin y al cabo, lo que escribimos no deja de ser el trasunto de la propia personalidad, nuestro modo de ver y entender la vida. Hace años lo escribí así: “Animado por un carácter indómito, armado de ilusiones y soñando siempre gracias a una imaginación libre, el hombre de mirada franca y paso firme acercó las gentes a la intimidad y al paisaje de su tierra alargando el dedo índice en cada ocasión que tuvo. El hombre y las estrellas siempre vivieron juntos”.

Unos versos posteriores ayudarán a complementar la imagen:

“Vengo de lejos,
ni huyo, ni arremeto,
tampoco callo,
a veces hiero
y siempre amo”

“… un espíritu inquieto que critica los dogmas. Y eso no gusta. Quizás por ello se confundan forma de ser y sentimientos. La experiencia me enseñó la importancia de pensar con la propia cabeza, por pensar y actuar conforme a mi cabeza pago un precio muy alto y, aun así, muy bajo.  Por eso, quizás, no es difícil tildarme de lejano y asertivo, e incluso de cierta arrogancia, ya que es posible que proyecte una idea de engreimiento, o de soberbia, pero yo no lo veo así; me considero cercano, transparente, ante todo; una persona reflexiva, idealista, generosa, aventurera en cierta medida, autodidacta y, principalmente, soñador, al que molestan sobremanera la desidia y los intereses espurios, la hipocresía, los egoísmos y, sobre todo, la envidia, tan abundante. Quizás por oponerme a esto se me tilde de aquello”.

“Como alguien dijo, es vital saber dónde están tus límites, comprobar la fortaleza de tus convicciones, demostrarte hasta dónde llega tu aprecio por la dignidad, sabiendo que la mentira y la ausencia de ética hace a la gente increíblemente pequeña y mísera; quizás por ello, a lo largo de mi vida, siempre, he tratado de buscar la independencia y la libertad convencido de que mis propósitos, la propia determinación y la fe en que lo que uno hace es lo mejor para la sociedad y para el individuo que somos dentro de ella. La búsqueda de la verdad te da otra dimensión de las cosas y de la vida, por ejemplo, emprender actividades que te permiten estar con la gente y disfrutar de ello. Ya lo dijo Sócrates: “Sólo hay un bien: el conocimiento. Solo hay un mal: la ignorancia”.

“Después del impás personal, de la transgresión ególatra tan poco frecuente en los epílogos de uno mismo, podría el lector preguntar ¿por qué? la respuesta es sencilla: porque el confinamiento ha afectado a un nivel subliminal, algo que no conocíamos y, a la vez, ha acuciado los sentidos, entre ellos el de nuestro paso somero por “el valle”, por ello, sin dolor, a modo de legado sentimental, he querido dejar una visión muy personal de mi modo de entender la vida con la única intención de que cuando se lean mis cuartillas se piense en la persona, con la certidumbre de que es una obra de toda una vida de observación y de estudio, de interpretación del medio que nos rodea, de sincretismo y resumen, una obra que, desde el principio, trató de radiografiar la naturaleza, la historia y el modo de vida de una tierra de la que ya escribí con anterioridad: “… olvidada dentro del olvido, como tantas otras, claro, pero es que esta, Albacete, es la mía”. Como dijo Wiesel “Sin memoria no existe la cultura. Sin memoria no existirían la civilización, la sociedad ni el futuro”. Yo, a través de lo escrito, sólo he tratado de incluir en la memoria colectiva las pocas o muchas cosas que de la provincia he recogido, un intento de reflejar el espejo del camino como un acto de trasmisión visual, de desprendimiento del yo. Beber el paisaje como memoria del pueblo, aunando palabras con realidades”.

“Es, en cierto modo, mi contribución a la mejora y crecimiento al convertir mi conocimiento en una palanca que potencie las propias raíces en etéreas ramas que se abran en busca de un futuro mejor. En ese futuro, conocer el enorme patrimonio con el que contamos puede ser de ayuda desde el punto de vista del turismo sostenible, un enorme engranaje -el turismo cultural- que deja trabajo y riqueza allá en donde aterriza por lo que habremos de buscar fórmulas que nos permitan acceder a él. Por ejemplo, a vuela pluma, se me ocurre que se podrían fomentar fórmulas de participación empresarial y ciudadana en los proyectos, apostando por la innovación y la creatividad, conjugando políticas realistas de los diversos grupos de recursos: patrimoniales, naturales, culturales, etc.; colaborar directamente con la creación de empresas y la formación de profesionales y técnicos para ofrecer productos turísticos con posibilidades de proyección nacional e internacional; diseñar marcas de calidad competitivas conjugando diversos recursos; integrar de forma efectiva a la Universidad aprovechando sus importantes recursos humanos y fomentando la formación en prácticas; promover eventos diferenciadores que atraigan parte del flujo del público que se mueve en las regiones colindantes; o realizar planes estratégicos de renovación y/o creación de espacios culturales. En resumen, aprovechar los recursos endógenos paisajísticos, naturales y patrimoniales en pro del crecimiento de un sector turístico de calidad, amante de lo auténtico y genuino”.

“En fin, un ramillete de ideas que, seguramente, no tendrían que estar aquí, al igual que las disquisiciones personales de quien esto escribe, pero que, dadas las circunstancias -si a la edad le añades una pandemia, entonces vislumbras el abismo- creo que se hacía necesaria la confesión con los lectores; al fin y al cabo, después de 40 años ya somos medio amigos y las personas debemos ser capaces de construir un pequeño espacio de dignidad a nuestro alrededor, es decir, el entorno en el que vivimos y prosperamos”.

"No hay ni un antes ni un después, en cuanto te descuidas, hoy es ayer"